Por el Padre Arturo Pichardo.

Algo inaudito nos ha ocurrido a los Católicos en el mundo entero en este 2020, no sólo se vieron truncadas una gran parte de las actividades programadas para la Cuaresma en la Iglesia, en las Parroquias y comunidades, sino que incluso el Triduo Pascual, que son los tres días más importantes de la liturgia cristiana del año, y  hemos tenido que vivirlo y celebrarlo de manera virtual; pero como dice el sabio en el libro del Eclesiastés: “Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo”, Ecle, 3,2; este mal no será eterno.

Si bien es cierto que estamos viviendo una especie de pasión, sufrimientos y muerte en nuestro país y en el mundo causada por la pandemia del vovi-19, nos anima la certeza que así como Jesús venció el sufrimiento, el dolor, la muerte, con El, venceremos este mal, aunque es tiempo de estar separados, llegará el “tiempo de abrazarnos”, Ecle 3,5. Si bien estamos en el “tiempo de llorar”, llegará el “tiempo de reir”, Ecle 3,4. Confiamos en el Señor que llegará el “tiempo de amar y el tiempo de paz”,  de que trata el texto, Ecle, 3,8.

Vivamos con alegría y gozo el tiempo Pascual, celebrando la Resurrección del Señor. Vivamos este tiempo con la esperanza el alto, como dijo Jesús en una ocasión refiriéndose a la mujer cuando va a dar a luz: “La mujer suele estar triste cuando va a dar a luz, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño ya no se acuerda del aprieto, por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo”, (en caso que sea varón, igual se es hembra), Jn 16,21.

Tenemos un motivo mayor para estar alegres y con esperanza que el nacimiento de un niño o niña; y es Jesús, quien a pesar de que fue traicionado, negado, abandonado y crucificado como un malhechor, ha salido victorioso, ha vencido el mal, la violencia y el pecado; con El, nosotros venceremos.

Cuando podamos volver a encontrarnos, esforcémonos por unirnos más, por vivir nuestra fe como discípulos y discípulas,  comprometidos  cada vez más con las causas del Reino, guiados por Jesús resucitado y por el Espíritu Santo.

Ojalá que la prolongada cuarentena nos ayude a fortalecer la unión familiar, habituarnos a orar más en familia y de manera personal.

Ojalá que el cambio de paradigmas que ha provocado esta pandemia nos ayude a una conversión profunda, a nivel personal, social, ecológica, religiosa y económica a nivel mundial; a una mayor solidaridad entre las personas y los países.