LA RECOMPENSA DE PROFETA

Padre Arturo Pichardo msc.

Hoy dice Jesús en el Evangelio, “el que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta”.

En semanas recientes hemos leído en la liturgia como primera lectura parte del libro primero de los Reyes donde se encuentra el pasaje de la visita del profeta Elías a la viuda de sarepta, 1Re 17, 8-24. Esa pobre señora acogió al profeta, le ofreció lo que tenía generosamente y, como había dicho el Señor: “ni la harina del jarro se acabó, ni el aceite de la botella, hasta que volvió a llover”.

Igualmente, por la oración de Elías el Señor devolvió a la vida el hijo de la misma viuda que murió. Recordemos que Elías fue el primero de los profetas de Israel, quien sucedió como profeta Eliseo. De él nos habla la primera lectura de este domingo y nos muestra cómo se cumplió lo de la recompensa de profeta con quienes acogen y sirven a los enviados de Dios.

En el caso de Jesús, quien era más que profeta, la cosa es aún más clara. Tomemos por ejemplo, la resurrección de Lázaro. Jesús, quien dependía de la hospitalidad de los amigos, como bien dijo, “El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”, Mt 8, 20, recibía muy buenas atenciones en casa de Marta, María y Lázaro. Jesús lo resucitó y le devolvió a su familia consuelo y alegría.

En casa de Zaqueo, Jesús mismo se auto invita, éste lo recibe con mucha alegría y la recompensa fue grande, Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Lc 19,1-10 ¿Qué mejor recompensa que esa?

El Señor siempre cumple su Palabra. Hoy nos dice: “Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.