Quinto día

El Corazón misericordioso

“No son los sanos quienes necesitan médico, sino los enfermos. No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan” (Lc 5,31.32). “Les digo que lo mismo habrá en el cielo más fiesta por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse” (Lc 15,7). “Hijo mío, tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5).

SALMO 85

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un, fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día: alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti:

Porque Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo, y Tú me escuchas. Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad, mantén mi corazón entero en el temor de tu Nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.

Pero Tú, Señor, Dios clemente y misericordioso; lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.

MEDITACIÓN

Señor Jesús, tú viniste a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Conoces el corazón humano. No hacemos el bien que queremos hacer y cometemos el mal que no queremos cometer. ¿Quién nos librará de esta fuerza de pecado, sino tu misericordia y tu ternura?

Todo lo que destruye en nosotros la imagen del Padre golpea tu Corazón: te mueve a compasión el desamparo del paralítico; le llamas “Hijo mío” y le dices: “Tus pecados te son perdonados”. Él se levanta y se va perdonado. Admiras la fe de la pecadora humillada y le devuelves su dignidad y la despides salvada. A Pedro le preguntas: “¿Me amas?” y le encargas de guiar tu rebaño y de perdonar a su vez.

Tu proclama la alegría de perdonar cuando reencuentras en Zaqueo un verdadero hijo de Israel. Y proclamas la del padre al contar la parábola de la fiesta del hijo vuelto a casa.

Tu Corazón se encoge cuando un hijo de Dios se niega a ver su falta y se cierra al amor. Sufres cuando el inocente es mancillado, escarnecido o condenado.

A Judas le llamas amigo, pides al Padre que perdone a su pueblo y abres el paraíso al ladrón arrepentido.

ORACIÓN

Alabado seas, Señor, por tu alegría en perdonar. Alabado seas por tu Corazón más grande que el nuestro. Alabado seas, porque pides perdón para tus verdugos. Alabado seas, porque vas en busca de la oveja perdida. Alabado seas porque nos amas a pesar de nuestros pecados. Alabado seas, porque quieres que seamos misericordiosos como el Padre. Tu Corazón está afligido por el mal que corroe en nuestro tiempo. Tú nos ves cansados y desanimados, impotentes ante estos males llamadas guerras, hambrunas, injusticias sociales, desprecio de la vida y del amor. Tu Corazón se aflige con el mal que carcome nuestros corazones de placer, y de sed de poder. Cambia nuestro corazón por medio de tu Espíritu, para que sepamos acoger tu perdón y perdonar alegría. Con tantas víctimas gritamos contigo al Padre: “¡Líbranos del mal!” Dinos de nuevo: “Ánimo, Yo he vencido al mal… Estoy con ustedes hasta el fin de los tiempos”.