Sexto día

El Corazón del Buen Pastor

He venido para que los seres humanos tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10). Yo soy el Buen Pastor; el Buen Pastor da la vida por sus ovejas (Jn 10,11). Yo soy el Buen Pastor, conozco bien a mis ovejas y mis ovejas me conocen a Mí; como mi padre me conoce y yo conozco al Padre; y doy mi vida por las ovejas (Jn 10,14-15). Tengo otras ovejas, que no son de este redil; a ellas también las llamaré y oirán mi voz y habrá solo un rebaño y un solo pastor (Jn 10,16).

SALMO 23 (22)

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes pastos él me hace reposar. A las aguas de descanso me conduce, y reconforta mi alma.

Por el camino del bueno me dirige, por amor de su nombre. Aunque pase por quebradas oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo con tu vara y tu bastón y al verlas voy sin miedo.

La mesa has preparado para mí frente a mis adversarios, con aceites perfumes mi cabeza y rellenas mi copa. Irán conmigo la dicha y tu favor mientras dure mi vida, mi mansión será la casa del Señor, por largos, largos días.

MEDITACIÓN

Señor Jesús, Tú estás en medio de nosotros reunidos en tu Nombre. Nos llamaste a tu seguimiento, nos hiciste hijos de Dios, nos congregaste en tu Iglesia, estás en medio de nosotros corno servidor, corno el Buen Pastor en medio de su rebaño. Te pones a la cabeza del rebaño para conducirnos a los buenos pastos, para defendernos y para dar seguridad a nuestra vida. Vas en busca de la oveja perdida; curas a la oveja herida y la echas al hombro la que está muy débil y pequeña. Tú nos conoces por nuestro nombre y nosotros identificamos tu voz, tu rostro y tu Corazón. Te adoramos, proclamamos nuestra fe y nos confiamos a tu amor.

Con todo tu Corazón deseas reunir en tu Iglesia todas las ovejas perdidas o dispersas. Aún son muchas las que tienes que volver a encontrar y reunir. Nos quieres unidos y solidarios en tu seguimiento. Y sin embargo, tu Iglesia sigue desgarrada por la división, debilitada por nuestro pecado, asaltada por el error, perseguida o escarnecida.

La Iglesia ve cómo muchos de sus hijos la abandonan, se hunden en la indiferencia o en la oposición. Se descubre pequeña y débil en un mundo que no conoce a Dios, tu Padre. Somos tu pueblo, Señor, somos tu rebaño y el lote de tu heredad. Atiende y mira, ven en ayuda de tu Iglesia.

Nos has dado tu Espíritu y nos congregas y nos guías hoy por medio de los pastores, que has elegido. Fortalece nuestra unidad en torno al Papa y a los Obispos. Danos sólidas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. Has de todos los cristianos hombres y mujeres radiantes de fe, portadores de tu Evangelio. Vuélvenos a todos, laicos y pastores, siempre más solidarios y responsables del anuncio de la Buena Noticia del Reino.

El soplo de tu Espíritu hizo nacer a la Iglesia en todo el mundo. ¡Qué sepa ella decir tu palabra a los pueblos de las diversas culturas de la tierra! ¡Qué sea testimonio vivo de tu voluntad de salvar a todos los seres humanos!

Fortalece a las Iglesias jóvenes, que, a su vez, sean misioneras. Sean la alegría y la fuerza de los religiosos, religiosas, sacerdotes y laicos, que las han fundado; guárdalas en la esperanza en su servicio.

Tú que incansablemente buscas a la oveja extraviada, permítenos estar en el camino de quienes se pierden en el anonimato o la miseria de nuestras ciudades o se descarrían siguiendo a guías perversos. Que nuestras comunidades sean radiantes y abiertas, acogedoras y activas en cambiar el mundo.

ORACIÓN

Bendito seas, Señor, por tu Iglesia. Bendito seas por nuestros pastores. Bendito seas por quienes se consagran al servicio del Reino. Alabado seas por aún decirnos: “No temas, pequeño rebaño, porque el Padre se complace en darles el Reino” (Lc 12,32).