JESÚS HA HUMANIZADO LA RELIGIÓN

Padre Arturo Pichardo

Por el misterio de la encarnación Dios se humanizó en la persona de Jesús y a la vez, divinizó al ser humano; pero esta no es la línea de esta reflexión, pues no estamos en Navidad, nos enfocaremos más bien en ese Jesús que nos muestran los evangelios; cercano a la gente, que sufría con la gente, solidario, con un corazón humano; aquel que “se compadece de nuestras flaquezas”, Hebreos 4,15, el que compartió en todo nuestra condición humana, menos el pecado.

La religión judía centrada en las verdades fundamentales, los mandamientos y la antigua ley, se había convertido en una religión de normas y prohibiciones, al servicio de un Dios lejano, castigador. Jesús nos lo revela como su Padre y Padre de nosotros, un Dios compasivo y misericordioso. Cambia el “antes se dijo” por el “yo ahora les digo”. Los ejemplos son numerosos en los evangelios:

La Ley del talión, “ojo por ojo y diente por diente” o de la venganza privada; cambia el odio por el amor al enemigo; perdonó a la mujer sorprendida en flagrante adulterio, cuando la ley disponía que debía de ser apedreada; sentenció que el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado, Mc 2, 27; acogió a las mujeres, incluso como discípulas, a los niños, que eran personas marginadas por la religión; lo mismo hizo con los pecadores, los enfermos, los extranjeros, etc.

El servicio, fue un modo concreto como Jesús humanizó  la religión, “no ha venido para ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”. Mt 20,28. Puso de manifiesto la importancia del servicio en la última Cena, con el lavatorio de los pies a sus discípulos, Jn 13, 1-18. Afortunadamente la comunidad cristiana aprendió muy bien esta lección, muestra de esto lo tenemos en la primera lectura de este domingo del capítulo 6 del libro de los hechos de los Apóstoles: «No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra». Es así como eligieron los siete primeros Diáconos.

La noche del jueves Santo, en la última Cena, “el Maestro y Señor” se abaja, no se siente superior ni privilegiado, da ejemplo de humildad. Ningún representante de la religión judía haría un gesto como este, por eso Pedro no lo entendía al principio.