Segundo día

El Corazón de nuestro hermano

Pero a todos los que lo recibieron, les concedió ser hijos de Dios: estos son los que creen en su Nombre (Jn 1,12). Padre, Tú les amas como me amas a mí (Jn 17,23). Anda a decirles a mis hermanos que subo donde mi Padre, que es Padre de ustedes, donde mi Dios que es Dios de ustedes (Jn 20,17).

SALMO 85 (84)

Señor, has sido bueno con tu tierra, has restaurado la suerte de Jacob, has perdonado la culpa de tu pueblo, has sepultado todos sus pecados, has reprimido tu cólera, has frenado el incendio de tu ira.

Restáuranos, Dios Salvador nuestro; cesa en tu rencor contra nosotros. ¿Vas a estar siempre enojado, o a prolongar tu ira de edad en edad?

¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón.»

La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto. La justicia andará delante de él, la salvación seguirá sus pasos.

MEDITACIÓN

Señor Jesús, creemos que, nacido de la Virgen María, eres por siempre uno de entre nosotros. Nos revelas la maravilla del amor del Padre para cada uno de nosotros; “Padre, Tú les has amado como Tú me amas a mí” (Jn 17,23). Nos das el espíritu de familia de Dios; por el bautismo llegarnos a ser hijos del Padre y tus hermanos y hermanas de adopción. En tu Corazón reconocemos el Corazón de nuestro hermano mayor.

Eres semejante a nosotros, para hacernos semejantes a Ti y para que el Padre pueda decir de cada uno y de cada una: “Tú eres mi hijo amado, objeto de mi amor” (Lc 3,22).

Eres nuestro hermano mayor, creciste en sabiduría y en gracia, en el seno de una familia humana, rodeado de la ternura de María y de José. Aprendiste a ser hombre como nosotros; trabajaste duramente con tus manos para ganarte el pan, compartiendo las humildes y largas tareas de los hombres y mujeres de tu pueblo; recorriste nuestros caminos, admiraste los lirios del campo y las aves del cielo; la fatiga te marcó con su peso; compartiste nuestras alegrías y penas. Hiciste tuya nuestra muerte humana, experimentando nuestros miedos y sufrimientos. Encomendaste tu espíritu en las manos del Padre y su amor te resucitó.

Hermano nuestro, sembraste la alegría y la vida en todas partes por donde pasaste. A todos los que te acogieron les concediste hacerse hijos de Dios. Los congregaste en tu Iglesia para continuar tu misión de Hijo. Con todo el corazón deseas que sigamos tus huellas, siendo plenamente hombres y mujeres de la tierra, hijos e hijas de Dios. Quieres que, por parte nuestra, seamos fuentes de paz, alegría, fortaleza, justicia, misericordia y ternura. Nos invitas a llevar las cargas los unos de los otros, a perdonarnos, como Tú nos perdonas. Llamados a seguirte, nos concedes llevar nuestra cruz de cada día, ofrecer, contigo y por ti, con el mismo amor, nuestra vida entera, todas nuestras alegrías y sufrimientos. Nos otorgas aguardar con firme esperanza nuestra propia resurrección: “Padre, quiero que donde esté yo, estén ellos también” (Jn 17, 24).

ORACIÓN

Alabado seas, Señor. Tú, hermano nuestro, eres nuestro intercesor ante el Padre. Preséntale nuestro pobre corazón, con todo lo que es, tiene y desea. Haznos, hermanos de nuestros hermanos y hermanas de nuestras hermanas. Concédenos ser humildemente fieles a nuestras tareas humanas, que contigo pongamos en ellas todo nuestro amor. Realiza en nosotros tu deseo: haznos luz del mundo, levadura en la masa humana, sal de la tierra. A todos tus hermanos y hermanas, reunidos en tu Iglesia, dales fuerza y perseverancia para trabajar por el Reino de Dios. Tú que has llevado nuestros sufrimientos, compadécete de nuestras miserias humanas; que no se pierdan en rebeliones y desánimos, sino que se conviertan en camino de resurrección.