Noveno día
El Corazón del Resucitado
Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: La paz esté con ustedes. Después dijo a Tomás: “Mete aquí el dedo y mira mis manos; trae la mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, antes cree. Respondió Tomás: Señor mío y Dios míos. Le dijo Jesús: Porque me has visto, has creído. ¡Dichosos los que creerán, sin haber visto!” (Jn 20, 26-29).
SALMO 117
Den gracias al Señor, pues él es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan los fieles del Señor: es eterna su misericordia.
En el peligro grité al Señor y me escucho, poniéndome a salvo. El Señor está conmigo, no temo: ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, para defenderme. Veré la derrota de mis adversarios.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía. Él es mi salvación. Escuchen: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. La diestra del Señor es poderosa, es excelsa la diestra del Señor. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Ábranme las puertas del triunfo y miraré para dar gracias al Señor. Ti doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación, Señor, danos prosperidad.
MEDITACIÓN
Tus discípulos se llenaron de alegría al reencontrarte, Señor Jesús; tu presencia les dio la paz. Como el Padre te envió, Tú los envías a llevar la Buena Noticia y perdonar los pecados por el poder de tu Espíritu. Al discípulo incrédulo, le muestras tus manos y tu costado traspasado. Con él reconocemos el amor y creemos en ese amor: Tú eres nuestro Señor y nuestro Dios.
Por tres veces preguntaste a Pedro: ¿Me amas? Sobre su triple respuesta de humildad le perdonas y le confías tu Iglesia. Haces la misma pregunta a cada uno de nosotros, a la Iglesia, y esperas la misma respuesta. “¡Sí, Señor, Tú sabes que te amo!”, Y esto, para perdonarnos y enviarnos a anunciar el Evangelio. Nos dices: “¡Sígueme!”
Nos amas ahora con tu Corazón de Resucitado. Nos invitas a creer que estás presente en la iglesia y en nuestros corazones hasta el final de los tiempos. Nos concedes amarte en el hambriento, en el extranjero, en el desnudo, en el enfermo, en el encarcelado. De tu Corazón de resucitado brotan ahora y siempre los ríos de agua viva de tu espíritu, que nos hacen hijos de Dios, hermanos y hermanas. De tu Corazón de resucitado recibirnos el perdón de nuestros pecados. En él encontrarnos fuerza y ánimo para llevar en seguimiento tuyo nuestra cruz de cada día. Con tu Corazón nos ofrecernos al Padre para que venga su Reino, para que el amor sea en todas partes conocido y amado.
ORACIÓN
Bendito seas, Señor, porque proclamaste, feliz a quien cree sin haber visto. Concédenos acercarnos a tu Corazón para sacar los tesoros de ternura que encierra. Haznos irradiar la alegría de ser amados por Ti, el Viviente. Llena nuestros corazones de entusiasmo para proclamar tu Resurrección. En las pruebas de esta vida fortalece nuestra esperanza para aguardar activamente tu gloriosa venida. Bautizados en tu Muerte y en tu Resurrección, envíanos a anunciar tu Buena Noticia.
Quédate presente en tu Iglesia, que es servidora y pobre. Sé la alegría y el valor de nuestros pastores, el Papa, los Obispos y los Sacerdotes. Quédate en el corazón de nuestros hogares y comunidades; que sean células vivas de la Iglesia. Acoge a los difuntos cerca de tu Corazón en la casa del Padre. Quédate con nosotros, Señor. ¡Ven, Señor Jesús! ¡Maranatha!