DIOS SIEMPRE LLEGA A TIEMPO

Padre Arturo Pichardo Díaz

El tiempo de Dios es siempre diferente al tiempo humano, dice San Pedro, “Hay algo, queridos, que no podemos ignorar: que para el Señor, un día es como mil años, y mil años, como un día”. 2Pe 3, 8. Este es el punto de partida de esta reflexión.

Ante la situación que vive el mundo causada por el coronavirus, la gran pregunta de muchos es ¿cuándo terminará esto?, refiriéndose a la cuarentena o aislamiento, necesario para controlar el mal. Una tentación es la desesperación o que exista gente que decida romper las reglas, cosa que a veces se justifica con un falso rumor como el que circuló esta semana y que muchos creyeron, provocando grandes concentraciones de personas.

Otra tentación, especialmente para los que creemos en Dios, puede ser ponerle plazos a Dios o trazarle pautas. Dejemos que Dios sea Dios y que actúe de acuerdo a su libérrima voluntad. Continuemos en oración constante y confiada, permanezcamos fieles a él, quien nos alienta con su Palabra y quiere que en este momento crítico que vivimos, demos muestra de fe acrisolada, es decir, purificada, dejando de lado toda superstición y especulación.

Documentamos este tema con siete situaciones descritas en igual número de textos bíblicos, dos del Primer Testamento y cinco del Nuevo Testamento. Tomamos siete por ser éste un número perfecto, pero existen muchos más, en donde se pone en evidencia que Dios siempre llega a tiempo y de diversas maneras.

La primera situación la encontramos en Gn 22, 1-19, el sacrificio de Abraham, específicamente los versos 10 al 13. El Dios de la vida, que no quiere sacrificios humanos, habló a tiempo por medio de su Ángel a Abraham y salvó al inocente.

La segunda situación la hemos leído el lunes de la quinta semana de Cuaresma en Dn 13, 1-62, cuando Susana iba a ser condenada a muerte de manera injusta, Dios envió a tiempo al muchacho Daniel para hacer justicia. Fue la respuesta de Dios a la oración de esta mujer cuando ya la habían condenado a muerte.

En el Nuevo Testamento es Jesús, “verdadero Dios y verdadero hombre”, como rezamos en el credo, quien siempre llega a tiempo para perdonar, sanar y restaurar la vida.

La tercera situación que estamos planteando la encontramos en Jn 8, 21-30, la mujer adúltera, quien iba a ser condenada a muerte y llega a tiempo el perdón de Jesús: “Yo tampoco te condeno” y le salva la vida. Otra situación de perdón, cuando parece que ya es tarde nos la narra San Lucas 23,43, cuando Jesús perdona en la cruz al ladrón arrepentido: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

La siguiente situación es cuando Jesús sana al paralítico en la piscina de Betesda, Jn 5, 1-18, “había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo”. Jesús llega allí donde miles de personas habían visto a aquel hombre y sólo miraban a un limosnero, como diría el Papa Francisco, “un ninguneado”; Jesús lo ve como un ser humano, se compadece de él y le dijo ¿quieres recobrar la salud?, en segundos, con tan sólo una Palabra, Jesús cambia lo que en treinta y ochos años nadie había hecho.

En las últimas dos situaciones sobre las que reflexionamos, Jesús restaura la vida a dos personas: al hijo de la viuda de Naín, Lc 7, 11-17, un muchacho hijo único de una viuda (los dos símbolos del pobre) y Jesús llega antes que le den sepultura, lo resucita y se lo devuelve a su madre.

Por último, la  resurrección de Lázaro que leímos el quinto domingo de Cuaresma, Jn 11, 1-45. Una vez más se pone en evidencia que nunca es tarde para Dios, y obviamente, para Jesús tampoco.

“Dijo Jesús: quiten la piedra. Marta la hermana del muerto le advirtió:  Señor, ya huele; es el cuarto día”, versículo 39.

Reitero, sigamos orando, el Señor llegará a tiempo y nos librará del covi-19, no perdamos la calma, como bien dijo Jesús: “No se turbe su corazón. Crean en Dios: Crean también en mí”, Jn 14,1.